viernes, 18 de marzo de 2016

Del divisionismo al futurismo. El arte italiano hacia la modernidad

2 comentarios:

  1. A finales del año 1908 Marinetti, uno de los principales protagonistas del vanguardismo europeo, es arrojado por su coche a una zanja llena de agua tras un rocambolesco viraje para evitar a dos ciclistas. Será el primer accidente moderno que dará lugar a una narrativa mítica, la de los orígenes; cerrar una etapa de forma violenta, como ocurrirá casi medio siglo después con James Dean primero y el pintor abstraccionista Jackson Pollock después, ambos fallecidos en un choque de automóvil, muertos a manos de la velocidad, incapaces de soportar los anticuados esquemas de los cincuenta, ávidos de comenzar de cero incluso a costa de la propia vida.

    También Marinetti va a perder la vida en su accidente, o por lo menos la vida que conoce hasta aquella tarde. Como si de un bautismo laico se tratara -cuenta la leyenda que más circula- reemerge de la zanja futurista. No está mal el nombre acuñado para la ocasión, pues no hay pasado ni hay ancestros: sólo el futuro por delante.

    Ideológicamente, el grupo fue relacionado con las posiciones fascistas
    Se pone a la tarea sin perder ni un momento, porque el futuro va muy deprisa, y apenas unos meses después está concluido el texto que aparece en Figaro hace ahora 100 años, el 20 de febrero de 1909. Es un escrito programático en el que no caben dudas respecto a lo que se espera del porvenir y con ese Primer manifiesto del futurismo se inaugura mucho más que el amor a la velocidad. Con él se da el pistoletazo de salida para la vanguardia como va a entenderse y a organizarse a partir de entonces: una actitud renovadora en el terreno artístico y, sobre todo, existencial. Hay que ser sobre todo modernos, como dijeran los poetas franceses de finales del XIX.

    Modernidad radical

    Y Marinetti se propone serlo desde sus orígenes decadentistas que apenas un año después, en 1910, le llevan a escribir -casi a destiempo- una novela indescriptible, Mafarka el futurista, paroxismo de desenfreno colonial africano pese a dedicarse el protagonista, en ese colmo de las paradojas que acarrea el movimiento, a "la construcción de pájaros mecánicos".

    Porque si la modernidad propuesta desde el manifiesto no puede ser más radical, tampoco puede ser más contradictoria. Son internacionales y son nacionalistas, revolucionarios sin intereses sociales; quieren cantar al peligro, exigen poetas ardorosos y rebeldes, glorifican la guerra -higiene del mundo-; son antifeministas y aspiran a quemar los museos, las bibliotecas y "las academias de todo tipo" en un mundo que deberá estar gobernado por la velocidad y en el cual "un automóvil de carreras que ruge es más bello que la Victoria de Samotracia".

    La polémica está servida por el poeta y animador cultural Marinetti, que sabe promocionar su producto como nadie y a la manera más contemporánea, se diría, recurriendo con frecuencia al escándalo, como ocurre en las famosas seratas futuristas, veladas con mucho de actuación teatral -con insultos y provocaciones al público incluidos- y en las cuales se halla el origen del cabaret dadá y hasta de los happenings.



    .elpaís.com 18 de febrero de 2009 Estrella de Diego, Catedrática de la Universidad Complutense de Madrid

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  2. Con un mejor manejo de los medios que habilidad intelectual, como ocurre con tantos animadores hoy, Marinetti logra promocionar el movimiento dentro y fuera de Italia hasta convertirse en referente de lo moderno en círculos tan variopintos, políticamente hablando, como Revista de Occidente y los círculos ramonianos de Madrid; la revista Actual de los estridentistas mexicanos, comprometida con la revolución rusa; o Martín Fierro de Borges en Buenos Aires, donde se parafrasea a Marinetti al escribir que "un Hispano-Suiza es una obra de arte más bella que una silla Luis XV".

    Sin embargo, pese a la diversidad de facciones que el movimiento fue capaz de atraer, suele verse demasiado próximo a las posiciones mussolinianas, en parte debido a las lecturas de Walter Benjamin sobre el totalitarismo y las asociaciones con los futuristas.

    Parte de razón no falta en las críticas hacia su militarismo y su peligrosa esencia nacionalista, aunque visto con la distancia del tiempo y tras las lecturas que Fluxus hizo del movimiento en la década de los sesenta, a partir de los experimentos musicales de Russolo y su Arte de los ruidos parece claro que las relaciones con el fascismo italiano no fueron tan armoniosas como se ha tratado de enfatizar. La constante revisión de posiciones del grupo, que les hizo también ser feministas y antifeministas a un tiempo, hace que resulte complejo establecer las auténticas y perdurables filiaciones ideológicas de los futuristas.

    Así, hoy día el Futurismo tiende a leerse como un soplo de arte fresco, al menos en lo que a las propuestas artísticas se refiere. Si personajes como Boccioni o Balla trataron de mostrar el movimiento en la escultura, el cine y la foto de Bragaglia y sus sobreimpresiones dinámicas -la ilusión óptica de atrapar el movimiento mientras ocurre- se enraízan con la famosa obra de Duchamp Desnudo bajando una escalera, que convulsionaría la escena de los primeros años diez. No sólo. Es posible que todas y cada una de las provocaciones de la vanguardia, su fascinación por convertir el arte en la vida y la vida en el arte, por romper las fronteras entre ambos, deban volver la mirada hacia las primeras performances marinettianas.

    Por eso, tratar de encontrar la herencia futurista en la actualidad no parece de ninguna manera desatinada. Los planteamientos de los futuristas siguen vivos tanto en nuestra pasión de hoy por la técnica como en la crítica cultural a los museos, si bien, más mediocres que ellos, no terminamos de quemarlos.

    Dejando a un lado las radicalidades vanguardistas, está claro que el Futurismo nos enseñó algunas cosas esenciales de la modernidad: a vivir deprisa, por ejemplo, pues como dijo Lacan, la realidad no nos espera.

    Estrella de Diego es ensayista y catedrática de Historia del Arte.
    elpais.com

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