jueves, 15 de octubre de 2015

JEAN DUBUFFET / ESCULTURAS EN MANHATTAN EN 2009

Grupo de cuatro árboles-1972

En Valladolid, España  en 2010

2 comentarios:

  1. (...)Según Artaud, la violencia de Van Gogh había sido la respuesta al odio del mundo y de los psiquiatras, y su locura, una réplica a la imbecilidad universal. Georges Bataille también se había interesado en la locura y brindó a Foucault la oportunidad de publicar, en Critique , el artículo “Prefacio a la transgresión” (1963), que discurría sobre “la posibilidad del filósofo loco”.

    Su audaz libro Locura y sinrazón. Historia de la locura en la época clásica (1961) fluctuaba entre un tratado erudito sobre la locura y un ditirambo de ella. Insistía en que la locura había sido proscrita y segregada a partir de la modernidad; es decir, con la Ilustración. La locura no sería así una enfermedad de base biológica –aunque Foucault nunca fue demasiado explicito en este asunto–, sino una invención simétrica y dependiente de la construcción del racionalismo.

    Otras voces. Contemporáneo de esas teorías fue el movimiento británico de la antipsiquiatría, de Ronald Laing y David Cooper, seguidos por el estadounidense Thomas Szas y el italiano Franco Basaglia.

    Aunque Laing y Cooper desconocían a Foucault cuando escribieron sus primeras obras, compartían muchas de sus ideas y también las fuentes de inspiración (Nietzsche y Heidegger), aunque diferían en la valoración de Sartre, solo admirado por los dos británicos

    La versión inglesa de Historia de la locura... fue prologada por Cooper, y el público anglosajón consideró a su autor un integrante más del movimiento antipsiquiátrico.

    Junto con Bataille y Maurice Blanchot, Foucault no fue ajeno, a la rehabilitación de Sade: para todos ellos, otro loco genial. Sobre él escribió Foucault: “Después de Sade, la sinrazón pertenece a todo lo que es decisivo, para el llamado moderno, en toda obra: es decir, en toda obra que acepta lo asesino y lo coercitivo”.

    En el caso de Sade, la locura se relacionaba con otras conductas exaltadas, bien vistas tanto por Bataille como por Foucault: la violencia y, en particular, el sadomasoquismo.

    La visión foucaultiana del sadismo debía ser tomada al pie de la letra ya que Foucault estaba fascinado por la crueldad y la violencia de la tortura, hasta el extremo de que en Vigilar y castigar (1975), en el capítulo “El estallido de los suplicios”, llegaba al elogio del esplendor y la gloria de la muerte en un “tormento de orgías” y en el “goce de la tortura”.

    A los grandes locos (Artaud, Nietzsche, Van Gogh y Roussel), Foucault los consagró como profetas que se enfrentaban a la execrable sociedad racionalista moderna. Las últimas palabras de Historia de la locura... eran un reproche a un mundo que había juzgado y medido la locura –y las obras de los locos geniales– sin advertir que acaso solo en ella encontraría sentido:

    “Astuto y nuevo triunfo de la locura: el mundo que creía medirla y justificarla por la psicología, debe justificarse ante ella puesto que en sus esfuerzos y en sus debates él se mide en la medida de obras como las de Nietzsche, de Van Gogh, de Artaud. Nada en él, sobre todo aquello que puede conocer de la locura, le da la seguridad de que esas obras de locura lo justifican”.

    Además, Foucault anunciaba una venturosa edad en la que la locura no desaparecería a causa de su curación, sino porque “todo lo que hoy día sentimos sobre el modo del límite o de lo extraño, o de lo insoportable, habrá llegado a la serenidad de lo positivo”.(...)Por Juan José Sebrelli en www.lanacion.com el 24 de julio de 2011.

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  2. Dubuffet cuestiona nuestra percepción del mundo y recrea un mundo paralelo, lunático, en el que ningún elemento se da por conocido de ante mano, con el objetivo de provocar la imaginación del espectador. Empresa desmesurada, abandona progresivamente el espacio del cuadro por la escultura, luego por la arquitectura y cuya culminación será el espectáculo Coucou Bazar.

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