sábado, 2 de mayo de 2015

les mains de gargas/ LEANDRO BERRA

Ceferino-Santiago-Osvaldo-Javier
pagina12.com.ar

3 comentarios:

  1. Su proyecto Autorretratos-Robot arranca de una dolorosa vivencia personal. A fines de los 70 Berra era un estudiante de izquierdas que pertenecía a una célula de resistencia clandestina a la dictadura de la Junta Militar en Argentina. Un amigo suyo de escuela y compañero de militancia Fernando Brodsky fue detenido por la policía política en 1978 y desapareció sin dejar rastro, engrosando las ominosas listas de “desaparecidos” que pasaron por la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) en Buenos Aires. Berra se salvó huyendo a Paris donde desarrolló una carrera como artista plástico. En 2002 Berra recibió por fax un documento exhumado de los archivos del estado argentino cuyo contenido le conmocionó: se trataba de la transcripción de un interrogatorio bajo tortura en el que Brodsky hablaba de él. “Quedé estremecido pensando hasta qué punto el trance tuvo que ser atroz para él. No vi sus declaraciones como una delación, sino como muertes adicionales que él debía vivir, como muertes por anticipación. Sentí entonces la necesidad de hacer su retrato, como para decirle que me acordaba de él, que pensaba en él con ternura. Me podría haber procurado fotos pero preferí utilizar la técnica del retrato-robot. Era una forma de darle la vuelta a una técnica policial, para evocar a un ausente y en ese caso a un “desaparecido””? (2)

    Si una policía fue la responsable de la desaparición física de su amigo, paradójicamente otra policía le asistiría en su reaparición simbólica. Fue así como Berra entró en contacto con la Gendarmería científica de Paris que le instruyó en el programa no sólo utilizado por la policía francesa sino también por otros organismos como Interpol, FBI y CIA. Este programa se denomina Faces (http://www.pimall.com/nais/faces.html) y permite la construcción fotorrealista de rostros aunando el procedimiento del retrato-robot con las técnicas combinatorias de los atlas de elementos fisionómicos de Bertillon. El retrato-robot consiste en trasladar a un esbozo gráfico la descripción verbal (“spoken portrait”) que da un testigo mediante un proceso secuencial de rectificaciones y ajustes. Concebiendo el rostro como una estructura orgánica que se construye a base de engarzar fragmentos posibles, el sistema del “spoken portrait” se vio implementado por Alphonse Bertillon en 1893 con el Tableau Synoptique des Traits Physionomiques (Synoptic Table de Physiognomic Traits), un compendio de centenares de detalles de rostros masculinos que podían combinarse entre sí (3). Bertillon, cuyas aportaciones se inscriben en la paranoia clasificatoria y estadística del darwinismo social formulado por Francis Galton, había fundado en 1870 el primer laboratorio de policía científica de identificación criminal; desde esta institución organizó un masivo programa de documentación fotográfica y medición antropométrica, con la obtención de numerosos álbumes de catalogación exhaustiva. Las láminas de estos álbumes contenían los repertorios de todos los elementos fisionómicos (cejas, ojos, narices, labios, mentones, etc), fragmentados y acumulados, proporcionando unas piezas que podrían volverse a recombinar aleatoriamente para dar lugar a las infinitas facciones existentes y por existir. El software Faces, que se autodefine como “advanced computer technology for facial composite development”, pone en práctica estos mismos principios pero la tecnología digital multiplica exponencialmente su potencial: cada categoría dispone de un repertorio de miles de opciones que pueden acoplarse de formas ilimitadas, lo cual lleva la combinatoria al infinito.


    leandroberra.com/joanfontcuberta

    ResponderEliminar
  2. Berra explica que cuando nos “narramos” con imágenes lo que hacemos es ir a buscar “las historias con las que creemos ser”. El trabajo en el ámbito de un centro psiquiátrico le permitió a Berra dejar constancia de la manera en que se ven quienes están de un lado y otro de las puertas de un manicomio. “Para los pacientes de Open Door ellos mismos han sido una fuente tal de dolor que se conforman con crear simplemente una imagen.”

    El galerista Claude Samuel expone los retratos y la filmación de las sesiones. Los pacientes responden a la reconstrucción de sus propios rasgos con atención, entusiasmo y una angustia a menudo reflejada en el resultado final. De la misma manera que había ocurrido antes con la serie Autoidentikits, resulta imposible escapar al interrogante al que somete la obra: si el otro se ve así, ¿cómo me veré yo mismo? ¿Cómo seré capaz de aunar en un conjunto coherente las piezas de mi identidad? ¿Cuál será la diferencia entre este autorretrato realizado por el interno de un centro psiquiátrico y el que puedo hacer yo mismo con mi estatuto de ser libre, normalizado?

    Leandro Berra completa con esta exposición una trayectoria iniciada en París y prolongada tanto en la Argentina como en Europa. No debe haber otro artista contemporáneo que haya explorado con tanta innovación y pluralidad el tema del otro que Borges declinó de tantas maneras. En 1989, Leandro Berra montó en una estación de subte de la Línea A de Buenos Aires la muestra Esculturas furtivas. En 1993 y 2003 realizó dos exposiciones y una performance en el Centro Recoleta, al mismo tiempo que su obra era expuesta en prestigiosas galerías de París y en la Maison de L’Amérique Latine. Los Encuentros Internacionales de Fotografía de Arlés marcaron el punto central de su trabajo sobre la dualidad, el otro, las representaciones de uno mismo y lo furtivo y permanente de nuestra identidad. La forma en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás regula nuestra relación con el mundo. Leandro Berra intercepta esa automirada y la propulsa a una dimensión no discursiva, a un relato en imágenes de nuestro espejo interior. Lejos de ser un instrumento de autoanálisis los autorretratos son, a su manera, la obra de arte que nuestro narcisismo o nuestras imperfecciones creen que somos. La exposición sobre Open Door abre también un campo de observación inagotable hacia la puerta cerrada de lo que llamamos locura o enfermedad mental. Sobrecogedores, crueles, contundentes, bellos al extremo, los autorretratos de Open Door nos interpelan y nos desestabilizan. La enigmática cuestión del otro y de uno mismo queda a la vez irresuelta y explícita en esta obra potente y única como la singularidad de nuestros rasgos, siempre los mismos, siempre diferentes, nunca iguales a lo que queremos.

    Compartir: Twitter
    www.pagina12.com.ar /Eduardo Febro

    ResponderEliminar

  3. Berra pues aplicó Faces a la reconstitución del rostro de Brodsky pero la experiencia dejó un sabor agridulce, cautivado por el proceso pero –tal vez como Gertrude Stein y los milicianos holandeses– escépticamente sorprendido con el resultado: la memoria fotográfica que conservaba de su amigo fracasaba en su intento de una reconstrucción convincente. Enfrentado a la ley que establece que el todo siempre es más que la suma de las partes, Berra se da cuenta de que aunque tengamos una imagen mental del conjunto de un rostro, nos resulta muy difícil identificar sus componentes fraccionados e individualizados. Por ejemplo, primero debemos seleccionar unos ojos de un catálogo que contiene casi dos millares, luego unas pestañas, seguidamente unas cejas, que podemos hacer más pobladas o menos, más separadas o menos… y así sucesivamente. A pesar de ese handicap, sin embargo, Berra queda fascinado por el programa y decide iniciar un proyecto extendiendo la experiencia a voluntarios de su entorno: cada uno deberá realizar su respectivo autorretrato de memoria, es decir, sin la ayuda de un espejo ni de un retrato fotográfico previo; a la imagen “virtual” que resulte se yuxtapondrá un retrato “objetivo” tomado según el patrón de las fotos de identidad.

    Los dípticos obtenidos ilustran tanto aspectos filosóficos como psicoanalíticos: esencia y apariencia, verdad y ficción, deseo y realidad, individualidad y tipología, identidad y género… Muy a menudo esas dialécticas nos hacen transitar por lo fantasmal y lo monstruoso. Cada rostro producido por Faces ejemplifica un angustioso esfuerzo de aproximación a la realidad, mientras que la fotografía que lo acompaña indica la frustrante distancia a que nos hemos quedado. Parece un entretenimiento lúdico pero constituye un test que radiografía dramáticamente nuestra conciencia y libera nuestros fantasmas de identidad. “Conócete a ti mismo”, prescribió Sócrates. Pero, ¿quién realmente puede afirmar conocerse a sí mismo después de Berra?

    Joan Fontcuberta
    leandroberra.com/joanfontcuberta

    ResponderEliminar