miércoles, 21 de enero de 2015

Margarita Paksa - Entrevista realizada en junio de 2008

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  1. ¿Cómo abordar el potencial crítico de los conceptualismos de los sesenta y setenta, sin despojar a las obras de la conflictividad que articuló, en cada contexto, su producción y circulación, sin desactivar su productividad disidente? ¿Cómo construir nuevos relatos susceptibles de interpelar estas prácticas en su espesor disruptivo, fuera de su cómoda canonización al interior de narraciones cristalizadas, como mera “marginalidad desobediente”? Estas preguntas percuten en aquella que se interroga sobre los límites y los alcances de la misma categoría “conceptualismo” a la hora de pensar estas propuestas. Me importa señalar que, incluso cuando comparto la preocupación de Vindel por profundizar en las nociones que los mismos artistas elaboraron para reflexionar sobre sus prácticas (39), no se trata de renunciar, sin más, al término “conceptualismo”: éste no es potestad exclusiva del centro. Al fin y al cabo, un término depende de los “usos” que hagamos de él. El problema es, entonces, ¿cómo usarlo? Mediante un desamarretáctico de sus rígidas ataduras significantes, susceptible de interpelarlo en las asignaciones de sentido móviles y cambiantes que tramaron sus sucesivas (y simultáneas) reinscripciones, haciéndolo entrechocar (tensionando sus bordes) con las categorías otrasque artistas y teóricos propusieron, fracturando su estabilidad desde un trabajo crítico de la escritura que apueste a darle densidad y, al mismo tiempo, sea capaz de sostenerlo en una perturbadora no-definición, sin clausurar sus problemáticos contornos. Se trata de abrir los relatos instituidos a sus accidentes y porosidades, con el propósito de desmantelarlos en la explicitación de los mecanismos de poder que estas metanarraciones naturalizan y encubren en la cuidada geografía que diagraman en sus recorridos preestablecidos. La vanguardia de los sesenta y setenta requiere del trazado de “nuevas genealogías […] que compliquen su pasado y den apoyo a su futuro” (40). Si las prácticas conceptuales no constituyen un episodio cerrado y definitivo dentro del arte argentino y latinoamericano, sino abierto a la apuesta conflictual de sucesivas relecturas e interpelaciones, interesa asimismo preguntarnos por los modos en que este problemático legado extiende sus efectos al presente para, lejos de confinarlo al pasado, recuperarlo en su posibilidad de embestir el hoy (todavía) con nuevas e inquietantes resonancias de sentido.

    Fernando Davis
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