lunes, 22 de octubre de 2012

CIUDAD DE ORO DE MANAO- ENTREVISTA A ROLAND STEVENSON


En busca de la ciudad de oro de Manoa: entrevista al explorador chileno Roland Stevenson
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En busca de la ciudad de oro de Manoa: entrevista al explorador chileno Roland Stevenson
Según el explorador chileno Roland Stevenson, el pueblo de los Incas se abastecía de oro en el actual estado deRoraima, en el extremo norte de Brasil.
En aquel lugar existía un lago llamado Manoa, en el cual había una isla llamada Maracá, de donde justamente los Incas importaban el precioso metal.
Según Stevenson, en las orillas occidentales del lago vivían 14 etnias diferentes de indígenas, los cuales utilizaban joyas de oro que comerciaban con los Incas.
La primera expedición que se hizo a través de los Andes en busca de El Dorado fue organizada por Gonzalo Pizarro, el hermano de Francisco Pizarro.
Gonzalo Pizarro estaba seguro de poder encontrar aquella ciudad mítica y por consiguiente, planeó la famosa expedición de 1541, la cual terminó en la más grande exploración fluvial de todos los tiempos, llevada a cabo por el segundo comandante del viaje, el español Francisco de Orellana, en1542.
Sin embargo, de El Dorado no se encontró rastro, dado que Orellana solamente pudo navegar el río que bautizó Río Amazonas (a causa de haber visto mujeres guerreras como las Amazonas de la mitología griega), ya que, en primer lugar, no tenía los hombres ni los medios para emprender un viaje hacia el interior y, en segundo lugar, porque el territorio era tan extenso, que su exploración habría requerido de muchos años.
No obstante, las mujeres guerreras eran una realidad y los relatos indígenas hicieron creer que éstas tenían su propia ciudad en las orillas de un lago interno.
En las expediciones siguientes, varios aventureros, a partir de 1584, intentaron llegar a aquel lago llamado Manoa (“lago” en lengua indígena Acháua).
El primer explorador que se adentró en la selva venezolana en busca de Manoa fue el español Antonio de Berrío en 1584. Exploró varios afluentes del Orinoco y del Caroní, pero no consiguió atravesar las montañas llamadas Pacaraima, más allá de las cuales los indígenas decían que se encontraba el lago. Hizo incluso una segunda expedición en 1591, pero no tuvo éxito.
El segundo aventurero que se adentró en la selva del Caroní fue el inglés Walter Raleigh, pero tampoco él logró el objetivo. De todos modos, los datos que transmitió le sirvieron al inglés Thomas Harriot para diseñar su famoso mapa de 1599, en el cual se ubica el lago, denominado Parime (en lengua Caribe significa “gran lago”).
Por otro lado, algunos subalternos de Berrío y Raleigh, como Domingo de Vera y Pedro Maraver en 1593, y Laurence Keymis en 1596, llegaron hasta el lugar donde hoy está situada aproximadamente la frontera de Venezuela-Brasil, y quedaron atónitos cuando vieron que los indígenas utilizaban grandes cantidades de oro para adornarse, pero no pudieron continuar el viaje por falta de hombres y de medios. La última expedición que se acercó a la zona del lago de Manoa fue la del inglés Thomas Roe, en 1611, la cual también fracasó.
Según Stevenson, existía una carretera precolombina, hoy escondida entre la selva, que desde la actual Colombia meridional llegaba, pasando por el norte del Río Negro, hasta el lago de Manoa, en el actual estado brasilero de Roraima, para terminar en el litoral atlántico, correspondiente al que hoy es el estado de Amapá.
Este camino llamado Nhamini-wi es rico en petroglifos que evocan la gran cultura del Perú.
Una de las pruebas que sustentan esta tesis es la de que algunos pueblos que aún hoy viven por esas zonas hablan lenguas del tipo quéchua, tal como los Incas.
Las lenguas de estos pueblos, como los Waiapí del Amapá o los Talipang de Roraima, fueron estudiadas por eminentes lingüistas, como Migliazza, y la tesis de Stevenson fue confirmada.
Además, en toda el área se encontraron petroglifos que reproducen algunos símbolos incaicos, por ejemplo, el de una llama, y también esto incita a pensar que la tesis del chileno tiene un fundamento de verdad.
Stevenson, en algunos de sus viajes en el estado de Roraima, encontró también algunas piedras redondas y dentadas, utilizadas como mazas por los Incas.
En sus expediciones, en el transcurso de 29 años, Roland Stevenson encontró, además, el famoso lago de Parime, el cual hoy está seco, en el lugar que actualmente se llama Lavrado de Boa Vista (sabana de Boa Vista).
Después de haber estudiado el territorio, con la ayuda de algunos geólogos, Stevenson verificó que en todas las colinas y montañas que circundan a la sabana, se puede encontrar un signo recurrente, situado a aproximadamente 120 metros sobre el nivel del mar, que indica el nivel del antiguo lago.
Los geólogos de la expedición, Federico Cruz, Salomão Cruz y Gert Woeltye dedujeron, junto con el estudio de los suelos y del polen de las flores, que la sabana era antiguamente un lago enorme, que tenía un diámetro de 400 kilómetros y una extensión aproximada de 80.000 kilómetros cuadrados. Según estos investigadores, el lago comenzó a secarse alrededor del comienzo del siglo XVI de la era de Cristo.
Según Stevenson, el lugar exacto donde estuvo construida Manoa es en la parte occidental del lago, tal como se dibujó en los mapas de la época, en las cercanías de la isla de Maracá. Stevenson exploró el lugar de Maracá en 1987 y encontró restos humanos que probablemente ya habían sido saqueados en el transcurso de los años.
Durante mi último viaje en la Amazonía, tuve la oportunidad de conocer al explorador chileno Roland Stevenson, quien reside en la ciudad de Manaus desde hace muchos años y quien dedicó su vida a la búsqueda de El Dorado de Manoa.
A continuación, el texto de la entrevista:
Yuri Leveratto: Señor Stevenson, usted sostiene que los Incas se abastecían de oro en el lago Parime. ¿Qué necesidad tenían los Incas de viajar miles de kilómetros, del actual Ecuador hasta el actual Roraimapara obtener lo que podían encontrar en Perú, donde aún hoy hay mucho oro en los ríos, por ejemplo, en el Madre de Dios? Y si así hubiera sido, ¿qué daban a cambio a las poblaciones de Roraima?
Roland Stevenson: Sí, es cierto que en el Perú había mucho oro, pero Roraima era uno de los lugares estratégicos, entre algunos otros, para abastecerse del precioso metal. En mi opinión, lo cambiaban por coca o por animales típicos de Perú, como las llamas.
Yuri Leveratto: ¿Qué evidencias encontró en la llamada carretera precolombina?
Roland Stevenson: Muchas. Sobretodo, varios muros de contención, muchos petroglifos y pictogramas que representan símbolos incas, como por ejemplo el de una llama. Además, encontré algunos objetos típicamente incaicos, como piedras redondas y dentadas, las cuales eran utilizadas por los Incas como mazas, es decir, como armas. Se amarraban a un extremo de un asta de madera y si con ésta golpeaban el cráneo de un enemigo, podían matarlo. Otras evidencias de la existencia del camino precolombino son las lenguas de los pueblos indígenas que viven en aquella zona, de las cuales algunas pertenecen al tipo quechua y, finalmente, mis estudios antropológicos, según los cuales, en efecto, los pueblos de Roraima tienen características somáticas parecidas a las de los Incas.
Yuri Leveratto: ¿Cómo llegó a la conclusión de que el lago Parime existió realmente?
Roland Stevenson: Junto con algunos eminentes geólogos examiné, en el transcurso de varios viajes, la zona llamada Boa Vista, una vasta área situada al norte de la actual capital de Roraima. Pudimos verificar que, en las colinas circundantes, existe un claro signo de demarcación situado a unos 120 metros sobre el nivel del mar, que señala el nivel del lago en ese entonces, puesto que ahora está seco. Los geólogos de la expedición estudiaron el polen de las flores que hay hoy en el fondo del lago extinto y pudieron verificar que éste se secó a partir del 1300 de nuestra era.
Yuri Leveratto: ¿Qué encontró en los alrededores de lo que fue el famoso lago de Parime?
Ronald Stevenson: Durante algunos de los viajes que hice en la zona, especialmente en la isla de Maracá, encontré varias tumbas y restos humanos, pero no encontré nunca joyas de oro. La isla de Maracá era una necrópolis y los indígenas de la zona sepultaban allí a sus difuntos dejando las joyas de oro sobre los cadáveres, porque sus supersticiones les impedían llevar consigo los objetos personales de los difuntos.
Después de mis descubrimientos, todo el lugar fue declarado zona de gran interés arqueológico y las autoridades brasileras comenzaron a estudiarla desde un enfoque científico.
Yuri Leveratto: Según usted, ¿El Dorado verdadero estaba situado en aquel lugar?
Roland Stevenson: Sí, pero no era una ciudad pavimentada en oro como se fantaseaba. La palabra El Dorado tiene origen español. La zona de la isla Maracá simplemente era un lugar riquísimo en yacimientos auríferos donde vivían varias tribus indígenas. El oro fue saqueado con el pasar de los siglos posteriores. Todavía hoy se fantasea con que haya una ciudad de piedra en las montañas vecinas, pero nadie la ha encontrado.
Yuri Leveratto: Según usted, ¿pudo haber existido anteriormente una cultura amazónica primordial, de la cual se originaron después las distintas etnias?
Roland Stevenson: Creo que la historia del Nuevo Mundo tal como está, deba ser reescrita. Los primeros colonizadores de América fueron los africanos y no los asiáticos. Después de mis estudios de antropología somática, pude constatar que la mayoría de los restos humanos hallados en el continente tienen rasgos negroides y no mongoloides como se divulgó erróneamente. La misma migración a través del estrecho de Bering, según mi opinión, es verdad sólo parcialmente. Es probable que algunos pueblos asiáticos llegaran a América a través de la actual Alaska (los esquimales), pero yo considero que la mayoría de los asiáticos llegó a América por el mar, desde Japón y China, viajando en barcos rústicos, costeando el continente asiático y posteriormente las tierras americanas. Esta migración primordial sucedió antes de la edad de bronce. Los asiáticos llegaron a Perú y desde ese lugar se esparcieron por todo el continente, tanto en Norte como en Suramérica. Los descendientes de los asiáticos se mezclaron después con los descendientes africanos y formaron la que fue la cultura madre de la Amazonía, la más antigua de América.
Yuri Leveratto: Según usted, ¿qué hay de verdad en la crónica de Gaspar de Carvajal, el capellán de la expedición de Orellana de 1542? ¿Existieron realmente las Amazonas, las mujeres guerreras?
 
Roland Stevenson: Ciertamente, las Amazonas en verdad existieron, si bien los relatos que las describen son, en parte, exagerados. Probablemente existieron tribus conformadas sólo por mujeres, y los españoles, sirviéndose del mito griego de las Amazonas, empezaron a fantasear y de este modo, las describieron con un solo seno, cuando seguramente esto sólo hacía parte de un mito. Yo creo que estas mujeres fueron las “Vírgenes del Sol”, mujeres Incas que se refugiaron en la selva después de los saqueos y las violaciones hechas por los españoles de Pizarro.
Yuri Leveratto: ¿Cuál es la etnia que más le ha interesado en el curso de sus viajes?
Roland Stevenson: La etnia Yanomami. Ellos creen que si reciben un regalo, por ejemplo un hacha de hierro, en ella hay una parte del espíritu de quien la regaló. Esta es la razón por la cual no me mataron en una ocasión, porque si lo hubieran hecho, habrían tenido que abandonar los regalos que les hice en los viajes anteriores.
Yuri Leveratto: ¿Cuál es el verdadero origen de los Yanomami?
Ronald Stevenson: Los Yanomami no son una etnia del todo “pura”, como muchos antropólogos la han erróneamente catalogado. Al contrario, ellos tienen un origen asiático directo, pero también quechua (amerindio). Además, se mezclaron después con caucasoides, es decir, con los hijos de las mujeres Incas que fueron violadas por los españoles. Esta es la razón de algunos rasgos somáticos típicos de los caucasoides, como cabellos rubios y ojos azules o verdes. No hay que olvidar que vivieron desde tiempos inmemorables en el camino precolombino y que, por tanto, tuvieron contacto con los chibchas y los quechuas y posteriormente con los españoles que buscaban a Manoa.
Yuri Leveratto: Señor Stevenson, ¿cuándo iremos al territorio de los Yanomami? Usted sabe que para mí sería difícil y peligroso ir solo, pero con usted, que tiene experiencia, el viaje me resultaría más fácil y podría aprender muchas cosas de usted.
Roland Stevenson: Decidí viajar una vez más a la zona del Pico de la Neblina el próximo año. Si quieres, puedes acompañarme. Verás, los Yanomami no son tan violentos como se cuenta, simplemente no les gustan las fotografías, piensan que les roban el alma fotografiándolos. Pero para mí, que amo dibujar, todo fue más fácil, mis dibujos les causaron curiosidad y así me hice su amigo. De manera que si quieres, iremos el próximo año, ¿está bien?
Yuri Leveratto: Estaré muy contento de ir con usted. Mil gracias por la entrevista y por haber intentado descifrar uno de los más grandes misterios de todos los tiempos.
YURI LEVERATTO
2008 Copyright

Este articulo se puede reproducir indicando el nombre del autor y lwww.yuirileveratto.com

4 comentarios:


  1. El Dorado: ¿por fin descubierto?

    Año/Cero.- ¿Existió realmente una región de América en la cual el oro era tan abundante como para emplearse masivamente, o sólo es un mito nacido de la fantasía de los conquistadores? Roland Stevenson sostiene que ha descubierto los restos de esta civilización junto a una laguna rodeada de leyendas. También denuncia que este rico patrimonio arqueológico fue expoliado recientemente por la Royal Geographical Society de Londres, con la complicidad del gobierno brasileño.

    Pablo Villarrubia
    Manaos es un conglomerado de edificios en medio de la vorágine verde de la selva. Los vapores destilados por el río Amazonas se mezclan con los de los vehículos. La modernidad, representada por esta urbe bulliciosa con más de un millón de habitantes, contrasta con el entorno salvaje que la rodea: la mayor selva del mundo. En Manaos vive Roland Stevenson, explorador e investigador anglo-chileno que afirma haber descubierto el mítico «El Dorado».

    –Los españoles y los ingleses lo buscaron como una tierra donde todo lo que relucía era oro –me dijo cuando le entrevisté–. Algunos de estos aventureros, movidos por la codicia, estuvieron a punto de encontrarla, e incluso la rozaron, pero no dieron con ella.

    Esperaba con ansiedad que Stevenson me dijera donde había localizado «El Dorado». El punto de partida de su aventura había sido un enigma histórico fascinante, con el cual se enfrentó en 1977, poco después de llegar a la Amazonia brasileña, armado de pinceles, óleos y lienzos. Su intención era pintar a los indígenas yanomani, el pueblo primitivo más aislado del mundo.

    –En esa época, los antropólogos sostenían que los yanomani eran una raza genéticamente pura –me explicó–. Pero cuando empecé a dibujarlos me di cuenta de que representaban una llamativa variedad étnica, puesto que los había rubios y con ojos claros. Después de hacer cientos de retratos, advertí que existían al menos cuatro grupos humanos distintos y que algunos tenían rasgos idénticos a los quechuas de Perú.
    historico.akasico.com

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  3. Este artículo posee autorización escrita para su difusión. Existe un error en su grafía .Debe decirse Monao y no, Manao.

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